domingo, 20 de septiembre de 2015

Profecias Indubitables de Bernardo de Hoyos

(Imagen Peregrina de Bernardo F. de Hoyos)

Desde los primeros favores, que el Señor se dignó comunicar a Bernardo, se observaron muchos sucesos proféticos en su iluminado espíritu. Omitiré los que hablan de los varios acaecimientos de su interior, de los tiempos en que empezarían los desamparos y llegaría la serenidad y bonanza1 de su corazón afligido. Porque éstos quedan insinuados, y los críticos tendrán muchas razones que oponer a las profecías, que verifica sólo el que las prenuncia.
Entre cien otras, escogeré algunas que sucedieron a personas distantes del lugar donde Bernardo residía. Sea la primera una, que dio alientos a un apostólico Misionero2 para proseguir las empresas de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas. Hallábase cierto Misionero de una Orden religiosa empleado en su apostólico ministerio en una provincia muy distante de Castilla la Vieja, donde vivía Bernardo. Hacía singular fruto en la conversión de innumerables pecadores; volando la fama de sus Misiones por toda España y gran parte de Europa.
Siendo tan abierta la guerra que este Misionero hacía al vicio y al pecado, era indubitable que todo el Infierno se había de poner en armas contra sus Misiones. Vio Bernardo este furor desencadenado del Abismo, y profetizó a la letra muchos de los sucesos y trabajos que tuvo el Misionero. La visión profética del joven, copiada aquí, dará claros indicios de su espíritu ilustrado con noticias precursoras de los sucesos. Dice así:
El día 27 de Mayo, bien descuidado oí una voz interior, que me mandaba orar instantemente por N. P. N.3 porque los demonios, furiosos por las muchas almas que les quitaba,4 trazaban su ruina. Yo, movido de superior impulso, me volví a las huestes infernales y en el nombre del Altísimo les mandé5 cesasen de la batería, que querían asestar y que bajasen precipitados a los calabozos infernales; y obedecieron entre furor y rabia al pronunciar yo el nombre del Señor, y al imperio de San Miguel, que les reprimía.
El día 31 del mismo mes, entendí más individualmente el caso, que me tenía sorprendido por ignorar a qué se dirigía. Este día me mostró el Señor una gran multitud de demonios presididos de Lucifer, entre los cuales se consultaba el medio de perder a N. P. N.6 o, a lo menos, de impedir los progresos que temen en la salvación de las almas.
Propusiéronse, no sin despecho de aquella canalla diabólica7, las glorias y maravillas que Dios obra por su Reverencia. y receláronse las futuras. Hubo varios pareceres; unos se inclinaban a hacer el tiro por la vanidad; otros por la sensualidad; otros por los hombres; otros por otros caminos, que no se aprobaron por los inconvenientes que de parte de nuestro. buen Padre, asistido de la divina Gracia, habían (de) hallar para su intento, y aun por entonces 8 no se aprobaban éstos.
Eran tan aferrados a su parecer los del consejo, que aun parece no se daban por satisfechos hasta ver si se frustraban sus pareceres. Dos fueron los que se aprobaron: el uno bien sutil, y es procurar impedir a N. P. N.9 las determinaciones gloriosas con velo de imprudencia,10 y empezar a estrecharle con los dictámenes de la prudencia humana para que, paliada de este modo la tentación, no se logren algunas determinaciones de la gloria de Dios y después, abierta esta brecha, se lograra mejor el intento.
Este atentado es más astuto de lo que parece por ser tan necesaria la prudencia en los que tratan almas; por ser tan fácil declinar de aquel punto indivisible, cuyos extremos son viciosos y casi inevitables a la luz natural. El segundo fue más arriesgado, y es alterar las causas naturales para quitar a su Reverencia la salud y la vida.
Este fue en suma el conciliábulo de los demonios, que me desconsoló algún tanto, hasta que encontré con San Miguel que me animó y dijo no me admirase, que esto cada día lo hacen los demonios en fuerza de lo que sienten el bien de las almas.
Que en lo de la salud no lograrían su intento, porque ya corre por la Providencia extraordinaria, y que ya hubieran logrado su intento si no fuera así; que en el otro lazo era más fácil algún desliz, pero que estuviese cierto que jamás permitiría el Señor a los demonios más de lo que fuese para confusión suya, y que el mismo Arcángel por cuya cuenta corre la Misión de N. P. N. por recomendación del Señor, le asistirá y defenderá en esto y en todo; y que cuando el Señor llevare para sí a su Reverencia no será más que efecto de su voluntad intentiva”.
Hasta aquí la revelación. Los que tienen noticia de los trabajos que por este tiempo y en otros padeció el Misionero, de quien habla la profecía, los verán delineados en las palabras de Bernardo.
Del mismo apostólico Misionero había hecho Bernardo otra insigne profecía. Una parte se verificó entonces contra toda esperanza humana11. Ahora actualmente12 se está verificando la otra parte que nos descubrió el año de 1730. Hallábase el Misionero acometido de una gravísima enfermedad; en la cual recibió todos los santos Sacramentos de la Iglesia. A todos momentos se juzgaba que iba a expirar, y así lo habían pronosticado los médicos y asistentes. Pero el P. Bernardo, filósofo entonces, sintió muy de otra manera en este riesgo, al parecer inevitable.
Lo que pasó por su espíritu, habiendo tenido la noticia de la enfermedad del Misionero, lo escribió entonces y se descubre ahora por sus palabras. “Este día me dijeron cómo el P. N. estaba enfermo de cuidado; quédeme muy sereno y fuime al Señor y, encendida el alma entre amorosos incendios, le dijo que ¿cuál era la causa por qué descubriéndome otros secretos más altos, me ocultaba otros, v.g. el que este Padre estaba enfermo?. Pues aunque yo (ya se ve) era indignísimo del menor de sus favores, no obstante, viendo lo que su amor hace conmigo extra meritum, juzgaba había alguna Providencia en esto.
A tanto se atreve el amor; y no se piense que esta pregunta desagradó al Señor, pues me movió a ello para darme la respuesta de mucha enseñanza, y fue con la simplicidad que el divino Jesús sabe; que de otro modo fuera arrojo, temeridad, soberbia y otras imperfecciones.
Respondióme amoroso con la respuesta que, en semejante pregunta, satisfizo a Santa Gertrudis,13 a cuya vida me remitió. La respuesta es que, como yo me confundo en su presencia diciéndole que no hago cosa, sino impelido de sus favores y como mercenario, quiere y dispone su Providencia que en muchas cosas proceda dictado del puro amor a los actos de las virtudes; y que más le había agradado quedándome si(n) el menor sentimiento, gozoso de su voluntad, cuando supe que este P. N. estaba enfermo, que si lo hiciera así descubriéndomelo su bondad.
También me declaró no era cosa la enfermedad, y me dijo de este buen Padre: ‘Yo pruebo a mis escogidos: su crédito es por ahora necesario para mi servicio, y así le pruebo de este modo’; que fue darme a entender que las calumnias, falsos testimonios, etc., que suelen seguir a semejantes siervos de Dios, por ahora no convenían; de donde parece se sigue que acaso vendrán con el tiempo”. Hasta aquí las palabras proféticas de Bernardo.
De otro Misionero joven, que empezaba a emplearse en este apostólico ministerio, por este mismo tiempo escribió circunstancias íntimas e individuales, que después han acreditado los sucesos. Mas es preciso omitir expresiones, que descubran del todo los sujetos.
La profecía, que insinúa el M. R. Padre Manuel de Prado en su carta impresa,14 de cierta señora que deliberaba sobre el estado que la convenía tomar, es tan clara como publican todas las circunstancias de este suceso. Era una señora dotada de todas calidades que aprecia y ensalza el mundo con exceso. Había llegado a los 18 o 19 años de su edad, robusta, sin tener otros pensamientos que los que de ordinario inspira la nobleza, riqueza, hermosura, discreción y el amor de los padres, que casi idolatran (en)16 sus hijos cuando el Señor les ha dotado de las brillantes prendas, que adornaban la señora de quien hablo.
Por su imponderable dicha se dignó el Señor llamarla al estado religioso. Todas las prendas y circunstancias insinuadas se oponían a la vocación de esta señora y, más que todo, el demonio enemigo del estado religioso. En lugar de los consuelos, que nuestro Señor acostumbra17 dar a las almas, que quieren abrazarse con su santa cruz en la Religión, llenó el corazón de la señora de tinieblas, desamparos y desabrimientos para probar y conocer su constancia.
Conocíase visiblemente la terrible batalla de su corazón, atraído por una parte de la vocación religiosa y por otra combatido del enemigo, furioso contra tan santa resolución. Duró algunos meses este combate terrible. El confesor de la señora consultó al Padre Bernardo en este punto y le rogó encomendase a nuestro Señor este negocio para que en todo se siguiese su santísima Voluntad.
Así lo ejecutó el joven y, en una carta muy larga, llena de vaticinios, hace el siguiente: ‘Vi un hermoso Corderito blanco, a quien seguían muchas almas purísimas; y entre ellas conocí a la de esa señora, que andaba tras el Cordero y quería ser del número de las que más cerca le seguían; y volviéndose el Cordero con dulcísima benignidad, la dijo: Sígueme; con que entendí la quería Dios para esposa suya’.
El suceso confirmó la verdad de esta visión, porque contra todo lo que la prudencia humana podía prometer, la señora entró religiosa”.
Entre muchos otros que pudiera referir, sirva uno que se cumplió contra toda la esperanza humana. Como Bernardo, luego que descubrió el tesoro de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, intentó inflamar todo el mundo en llamas de amor al Corazón divino, escribió a la referida religiosa18 que celebrase esta fiesta comulgando el viernes inmediato a la Octava del Corpus.
Díceme: el día viernes después de la Octava del Corpus, día propio del Sagrado Corazón de Jesús, naturalmente comulgará vuestra Merced con mil otras buenas almas, y me previene las peticiones y obsequios en que me he de ejercitar; pero no habiendo mi superiora entrado bien al principio en esta devoción al Corazón de Jesús negó la licencia a la comunidad de comulgar aquel día.
Pero fiada en esto, sabiendo cuán cierto salía cuanto me insinuaba el Padre Bernardo en sus cartas, nunca perdí la esperanza. Llegaban unas y otras desconsoladas, y de positivo les decía yo: comulgaremos. Y como habían probado cuantos medios eran dables y veían la Superiora inflexible en lo que había dicho, se admiraban.
En efecto, cuando según menos contra toda prudencia humana se podía esperar, mandó la superiora comulgase la comunidad, y se confirmó la verdad que como sin misterio prevenía yo, aunque para mi, aun antes de llegar el caso, comprendí había misterio”.
Hasta aquí las palabras de esta religiosa, quien tenía tal fe con las de Bernardo que, hablando de muchas cosas que había visto verificadas, en mi concepto, dice, todas sus palabras son realmente vaticinios, aunque no sé cómo explicarlas.
La profecía que nuestro joven hizo acerca de la esclarecida y observantísima Religión del glorioso Padre San Bernardo es tan clara, que nadie podrá ponerla en duda. Hallábase esta venerable y florentísima congregación de España en el estado que todo el mundo sabe.19 Una persona religiosa, interesada en la perfecta unión de este cuerpo, de quien era miembro, trataba muy familiarmente a nuestro joven.
Preguntóle un día si había tenido alguna luz del cielo sobre el estado de su amada Religión, y del suceso y fin que habían de tener las diferencias presentes que la afligían. No pudo el humilde joven ocultar a esta persona lo que Dios le había mostrado, acaso para que la consolase.
Hablando Bernardo de este suceso, dice así: “Yo simplemente la insinué ( a la persona de quien habla) cómo un día me mostró el Señor la visión que al profeta Ezequiel cap. 37, de los miembros dislocados y de los huesos que, separados de su cuerpo, estaban sin vida, como cadáver y, reunidos a la voz del Señor por su Profeta, entró en ellos el espíritu de vida; significándose el presente estado y el futuro de esta santa Religión. Consolóse la persona y me declaró entender ella lo mismo, y habérsela certificado de arriba el feliz éxito, sintiendo particular afecto a la parte que sigue al Pontífice, aunque tan afligida”.
Hasta aquí las palabras de este joven profético, tan sólidas como misteriosas, que se verificaron dos años después de su muerte.
No debo ni puedo omitir otra celestial visión profética que tuvo en orden a la ínclita Religión de San Bernardo, encomendándola al Santo el día de su fiesta. Dice así Bernardo: “El día de mi San Bernardo, me acordé mucho del Santo y del Corazón de Jesús, de quien él fue tan amante, como muestran las seráficas expresiones con que se explica acerca del tesoro escondido y de la preciosa margarita del Corazón de Jesús. Frac. Pasión cap. 3.
Las turbaciones de su Religión las tuve muy presentes, como la Madre N.19 repetidas veces me había encargado para este día, prometiéndome hacer ella la causa del Corazón este día, si yo hacía la de su Religión. En tiempo de Misa, después de la Consagración, vi a este mi amado Santo con su boca en la Llaga del Corazón de Jesús, gustando sus divinos dulcísimos influjos, como gustó los de los pechos de María su Santísima Madre; y entendí habían sido éstas las dos fuentes, de donde San Bernardo había bebido lo más puro de su seráfico amor con la humanidad de Cristo20 y lo más cordial de su devoción con María Santísima, y que de aquí se derivó en su pluma tan celestial dulzura.21
Puse su Religión dentro del Corazón santísimo y quejábame amoroso al Santo de si acaso era el deseo que tenía de la unión de sus hijos en el cielo, menor que el que tenía en la tierra, etc. Dióme la respuesta con admirar los secretos de la Providencia divina; dióme ciertas esperanzas de la unión y de que todo cedería en mayor gloria de Dios, que sacaría bienes de los males;22 y encomendóme de su parte este asunto para que pidiese al Señor por él, insinuándome lo que puede la oración humilde de los viadores. Con esto miro ya este punto no sólo encomendado por la M. N.23, sino aun como interesado por mi San Bernardo en él”.
Hasta aquí la devotísima pluma del joven Bernardo, que miró después el gravísimo negocio de la Religión del melifluo Padre como propio por mil títulos, que discurría su caritativo espíritu. Cualquiera que leyere estas proféticas expresiones del joven de mi historia admirará puntual su vaticinio en los sucesos posteriores a la profecía y a la vida del que los pronunciaba.

1           Es lo que hemos comentado más de una vez en diversas notas: llama la atención la exactitud con que Bernardo habla del tiempo en que vendrían sus pruebas o sus consuelos.
2           Se trata del P. Pedro de Calatayud, misionero popular jesuita, que recorrió toda España y parte de Portugal dando “misiones” al pueblo sencillo. Con un celo ardiente estuvo en su trabajo apostólico durante cuarenta años. “Natural de Tafalla (Navarra), donde nació en 1689, morirá expulsado de su patria en Bolonia, en 1773. Abandonados sus estudios de leyes en la universidad de Alcalá, había empezado la teología en Pamplona cuando entró en la Compañía de Jesús en esta misma ciudad, en el año 1710. Hecho el noviciado en Villagarcía de Campos, cursó la filosofía en Palencia y la teología en Salamanca, haciendo la tercera Probación en Valladolid. Después, estuvo en Medina del Campo como profesor de retórica y luego de filosofía hasta su destino al Colegio San Ambrosio de Valladolid en enero de 1726, el mismo año en que Bernardo de Hoyos entrará de novicio. En el año 1728 fue destinado a las “misiones populares”, a las que dedicó todos sus esfuerzos hasta la expulsión de la Compañía en 1767. En aquella triste fecha estaba el P. Calatayud en Valladolid, de donde pasó a Santander para embarcarse hacia el exilio. Tras una estancia en Córcega, fue a los Estados pontificios al pasar Córcega a dominio francés en 1768. Morirá en Bolonia cinco años más tarde. Como gran misionero popular que fue, siguió en líneas generales el método iniciado por el P. Jerónimo López en el siglo XVII, pero lo desarrolló de manera original. El centro de la misión lo formaban los sermones sobre las verdades básicas y las instrucciones catequéticas, dirigidas a lograr una confesión general, como inicio ce la reforma de vida individual. Varias ceremonias, que describe en su obra Misiones y Sermones, mantenían durante la misión un clima de fuerte tensión emocional: procesiones de penitencia, reparación por las blasfemias, perdón de las ofensas y “asalto general” o acto de contrición. Con todo esto, lograba éxitos resonantes. Paralela a la acción misionera fue su actividad de retiros al clero para hacer duradero el fruto de las misiones y la creación de Cofradías del Sagrado Corazón. Contrastaba el entusiasmo popular con la oposición que encontró enytre el clero ilustrado y las autoridades cívicas, explicable en parte por las ideas jansenistas y regalistas de éstos, y en parte también por las limitaciones del P. Calatayud. Sensible a la decadencia general, buscaba el remedio en la reforma individual, pero una visión pesimista del hombre le llevaba a reducir prácticamente la vida espiritual a una estrategia contra las continuas asechanzas del mal. Acertó en ver las causas de la decadencia cristiana en el abandono e ignorancia del pueblo, y arbitró medios para erradicarla. Pero dominaba de tal modo en su imagen de la vida y destinos cristianos el fin último del hombre, que le impedía concebir una visión dinámica de la vida individual y de la sociedad, tal como se diseñaba en el pensamiento de los ilustrados. Temperamento exaltado, creía fácilmente en lo maravilloso y se dejaba arrastrar a la polémica. Guiado y exhortado por Bernardo de Hoyos y Agustín de Cardaveraz, promovió la devoción al Corazón de Jesús. En la correspondencia que se cruzan se palpa una intensa vida interior, que a veces se expresa en un lenguaje cercano a la sensiblería. Pese a su intensa actividad pastoral, dejó una extensísima obra escrita.” (Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, Institutum historicum (Roma) y Universidad de Comillas (Madrid), año 2001, tomo I, págs 599-600)
3           P. Pedro de Calatayud, el misionero popular más célebre de la Provincia de Castilla en el siglo XVIII. Este Padre conoció a Hoyos, siendo éste novicio, y luego siendo ya Bernardo teólogo en San Ambrosio de Valladolid y apóstol del Corazón de Jesús, se lo ganó completamente para su gran Causa. Al concluir sus famosas “misiones” hablaba de esta devoción y fundaba en los lugares que misionaba las “cofradías del Sagrado Corazón” que, de una u otra forma, han llegado a nuestros días y siguen en vigor.Ya dijimos en una nota cómo la primera cofradía del Corazón de Jesús en nuestra Patria se fundó en la ciudad de Lorca (Murcia) en el año 1734, a la que siguieron pronto otras muchas en el reino de Murcia, en Asturias y en otras partes.
4           San Ignacio, en sus Reglas de discernimiento de espíritus, nos hace ver el empeño y trabajo con que el espíritu del mal se afana para hundir a las almas; descubre sus tretas, sus engaños y astutas artimañas, no menos que su fiereza en atemorizar al alma, en quitarle la paz y llevarla a la desesperación si pudiere. “...Es propio del enemigo enflaquecerse y perder ánimo, dando huída sus tentaciones, cuando la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo el oppósito per diametrum; y por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener temor y perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la haz de la tierra como el enemigo de natura humana, en prosecución de su dañada intención con tan crecida malicia” (regla 12, Ejercicios espirituales nº 325)
5           Cumple aquí Bernardo lo que San Ignacio expresa en algunos lugares de sus Ejercicios: mostrarse valiente y sin temor frente al espíritu del mal, hacerle frente sin miedos. Dirá en una de las reglas de discreción de espíritus: “el enemigo se hace como mujer en ser flaco por fuerza y fuerte de grado; porque...es propio de la mujer, cuando riñe con algún varón, perder ánimo, dando huída cuando el hombre le muestra mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo, la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y tan sin mesura...” (regla 12, de la primera semana: Libro de los Ejercicios, nº 325). Y en las Anotaciones para hacer bien los Ejercicios, hablando de la constancia en la oración en tiempo de sequedad, escribe así el Santo: “la persona que se ejercita, por hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar alguna cosa más de la hora cumplida; porque no sólo se avece a resistir al adversario, mas aun a derrocarle” (anotación 13. Libro de los Ejercicios, nº 13)
6           Pedro de Calatayud
7           Tras estas expresiones de Bernardo de Hoyos está la famosa meditación de Dos Banderas o dos estrategias de lucha para ganarse a los hombres para la Causa respectiva. Escribirá San Ignacio: “El primer preámbulo es la historia: será aquí cómo Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer al contrario debajo de la suya. Composición viendo el lugar: será aquí ver un gran campo de toda aquella región de Jerusalén, adonde el sumo capitán general de los buenos es Cristo nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer....Considerar cómo (el caudillo de todos los enemigos) hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular. Considerar el sermón que les hace, y cómo los amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, como suele ut in pluribus (las más de las veces, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y después a crecida soberbia; de manera que el primer escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y de estos tres escalones induce a todos los otros vicios” (Libro de los Ejercicios, nº 137,138,140-142)
8           El texto original dice: “pro nunc” (por entonces). Indica la división entre los mismos demonios, el no ponerse de acuerdo...,como lo expresa la frase siguiente. El espíritu del mal es siempre espíritu confrontador, de separación...y no de concordia y amor. Esto quiere expresar aquí Bernardo.
9           nuestro Padre Calatayud
10          En efecto, el P. Calatayud tuvo que sufrir no pocas contradicciones, sobre todo por una parte del clero y también de algunos Superiores jesuitas, que juzgaban algunas actuaciones un tanto exageradas y aun teatrales en ocasiones. Se le acusó de predicar falsa doctrina, de exagerar los actos de penitencia y de otros puntos no menos sensibles para un misionero popular, que había creado un “estilo misionero” realmente fructífero. Hay que reconocer que, a veces, el buen P. Calatayud, ardiente y fogoso como era, se pasaba un tanto; pero quizás nadie como él conoció mejor el corazón del pueblo y de las masas, a las que supo llegar como ningún otro misionero de la época. Parece ser que el Hermano Hoyos le envió la famosa visión del infierno para que la leyese desde el púlpito en sus misiones, pensando que su lectura haría bien a los demás. “El P. Villafañe (que era el Provincial) –escribe Máximo Pérez en su obra ya citada- no debía ser muy partidario de que se enviasen tales escritos para ser proclamados desde el púlpito. Ya había reprendido, o intentado reprender a Cardaveraz por algo parecido...También el Padre Cardaveraz había escrito cosas para que el P. Calatayud las usase en sus sermones. Más aún, el mismo Calatayud se las había pedido. El P. Provincial me dijo que no le parecía bien por el momento. El H. Agustín no acababa de ver claro si debía seguir haciéndolo, pues si su celo por las almas le impulsaba al sí, su salud y el tiempo sustraído al estudio le inclinaba al no. El Provincial lo dejó a la discreción de Cardaveraz, del cual parece que se fiaba completamente. Este, por fin, decidió lo siguiente: 1º Someterse a lo que decidiese el P. Provincial. 2º No dedicarse ex professo a escribir largamente. 3º Que no le prohibiese hacer algún apunte” (El Poder de los débiles, Máximo Pérez, edit Edapor, Madrid, 1991, pág 115)
11          Se refiere a la salud que recobró el P. Calatayud, quien estuvo a punto de muerte.
12          Ahora actualmente: el P. Loyola escribe la vida de Bernardo hacia el año 1737-1738; en esos años el P. Calatayud estaba sufriendo mucha contradicción y dificultad, tal como había escrito Bernardo ocho años antes, en 1730, cuando solamente hacía dos años que Calatayud había comenzado a misionar. Recodemos que lo destinaron para este ministerio en 1728, cuando residía en Valladolid.
13          Ya conocemos a esta Santa benedictina del monasterio de Hefta, en la Alemania del siglo XIII. Fue una de las almas pioneras en el culto y devoción al Corazón del Salvador. Bernardo sentía por ella una gran predilección. Recibió el nombre de Gertrudis “la Grande”, por su influjo en la espiritualidad monástica del Medioevo.
14          Se refiere a la carta de edificación, escrita por el P. Manuel de Prado a raíz de la muerte de Bernardo. Como dice el P. Máximo Pérez en una de sus notas: “la “carta de edificación”, “elogio” o summarium vitae” es un género de necrología usado en la Compañía a la muerte de algunos jesuitas. Un siglo antes, el P. General Mucio Vitelleschi había dado minuciosas normas sobre el modo de escribir estos sumarios que él consideraba muy útiles para la historia de la Compañía de Jesús. Eran pocos los jesuitas de los cuales se debería escribir semejante “elogio”; sólo de aquellos que se hubieran señalado por sus virtudes notables y manifiestas, o por sus ministerios. Entre los años 1730 y 1740 (decenio en el que murió Hoyos) no se ha encontrado “carta de edificación” sobre ningún jesuita de la Provincia de Castilla, a pesar de haber muerto algunos célebres por su virtud o por sus obras. La única excepción es el P. Hoyos. La redacción de esta carta fue debida a una orden del Provincial, P. Miranda, al P. Prado, Rector de la Casa donde murió Bernardo. Estos “elogios” tenían un valor oficial o casi oficial en la Compañía, pues no podían publicarse sin censura o aprobación de los superiores mayores. En el caso de Hoyos, el mismo P. Miranda dio la aprobación para publicar la “carta edificante” escrita por el P. Manuel Prado”  (El Poder de los débiles, Máximo Pérez, edit Edapor, Madrid, 1991, pág 118, nota 2)
16          Hoy no empleamos este giro: idolatran en sus hijos; decimos simplemente: idolatran sus hijos. El significado es el mismo, si bien la construcción gramatical es distinta.
17          En el texto original, por error, leemos: “acostumbraba” (en imperfecto en vez del presente, que exige la frase)
18          La persona de que trata la profecía anterior. Con los datos aportados por Loyola es casi imposible saber qué religiosa era ésta. Tal vez pudiera ser alguna de las religiosas que habitaban en el convento cisterciense de Santa Ana, convento visitado por Hoyos y al que pidió oraciones para la rápida extensión del culto y devoción al Corazón de Jesús. Una de las que más le ayudaron en aquella empresa fue la Venerable Madre Ana María de la Concepción.
19          La Orden de San Bernardo estaba en tiempo del P. Hoyos dividida y esa herida causaba un gran dolor a sus componentes, como aparece en los dos últimos párrafos de este capítulo. Extraemos una breve síntesis del artículo “Cistercienses” que publica el Diccionario de Historia eclesiástica de España: “(los cistercienses) son una orden religiosa, de tipo monacal, nacida del gran tronco benedictino a fines del siglo XI. Fundada por San Roberto de Molesmes, con el monasterio de Citeaux o Cister, cerca de Dijon, en Francia, el 21 de marzo de 1098. El Papa Pascual II lo aprobó en 1110. A punto de extinguirse a los pocos años de su fundación y debido, sin duda, a la dureza de su regla, pronto se vigorizó extraordinariamente, empezando un desarrollo espectacular que, en muy breve tiempo, iba a convertirla en la Orden más importante de Europa. El milagro de esta resurrección lo hizo San Bernardo, quien en el año 1112 llamó a las puertas del Cister con otros treinta compañeros. En el siglo XII ya entran los cistercienses en España...Las fundaciones y afiliaciones cistercienses en España son intensas...y continúan durante todo el siglo XII y comienzos del trece. La relajación del siglo XV, general entre los cistercienses, parece haber afectado notablemente a los monasterios españoles. En la primera mitad del siglo se inician movimientos reformadores; estamos en vísperas de la etapa congregacionista, en la que entrará Castilla en el siglo XV...Las Congregaciones de los cistercienses...representan una evolución un tanto artificial del sistema de gobierno de la Orden, cuya estructura genuina y primitiva consistió en el centralismo matizado de la Carta de la Caridad. La Congregación de Castilla fue...la traducción cisterciense de las dos Congregaciones Benedictinas españolas: la Claustral y la de San Benito de Valladolid. Su nombre oficial fue el de Sagrada Congregación de San Bernardo y Observancia de Castilla, aunque se la denominaba también...más comúnmente los Bernardos. Su promotor fue un monje del monasterio de Piedra (Zaragoza), Martín de Vargas, antiguo jerónimo. Una Bula del Papa Martín V (1425) eximió a la Congregación naciente de la jurisdicción del monasterio de Piedra y de las de Citeaux y del Capítulo general...En 1601 el Capítulo general, presidido por el abad del Cister, perfiló unos estatutos de reforma...La separación definitiva de Citeaxx (Cister) no tuvo lugar hasta 1603; pero ya en el siglo XVI la ruptura estaba de hecho consumada. Al frente de la Congregación de Castilla había un presidente general llamado “reformador” y este cargo era elegido desde 1513 a 1759 por un trienio. La Congregación de Castilla, si bien fue mal vista por el Capítulo general de Citeaux (Cister), mantenedor de la estructura unitaria primitiva, produjo florecientes monasterios, tanto en observancia como en ciencia (monasterios de Huerta, Moreruela, Osera, Valdediós, Sobrado...etc). Un grupo de monasterios que abrazaron los nuevos estatutos de vida estrecha –con aprobación del Papa Gregorio XV y la anuencia del Abad general del Cister- se constituyeron en 1623 en Congregación autónoma, lo que equivalía a crear un cuerpo vivo dentro de la Orden, es decir, una segunda Orden que propendía a absorber a la primera. Alarmado el Capítulo General ante estas pretensiones, revocó cuantas facultades había otorgado anteriormente, a fin de evitar a toda costa el “cisma”. Sin embargo, se abrió algún tanto la mano, en vista de que por doquier las Congregaciones en el seno de la Orden eran un hecho tangible... Cuando más ansia de reforma cundía entre las comunidades (en concreto de Francia)surgió un hombre providencial, el abad Dom Juan Le Boutiller de Rancé, nacido en París en 1626. Convertido por obra de la gracia divina de una vida frívola en fervoroso penitente, fue el llamado a implantar en su monasterio de la Gran Trapa una observancia austerísima que dejaba atrás a la practicada por los primeros monjes del Cister...Creyéndose llamado a continuar la estricta observancia iniciada por sus antecesores, aspiraba a imponer el mismo género de vida en los demás monasterios; mas quedó decepcionado cuando la Bula del Papa Alejandro VII Inter suprema deshacía todos sus ensueños. Una cosa quedaba en su mano: renovar en su monasterio de la Trapa las austeridades más rígidas de los desiertos” (Diccionario de Historia eclesiástica de España, Consejo Superior de investigaciones científicas, Madrid, 1972, págs 412-415). Vemos, pues, que en tiempos del P. Bernardo de Hoyos se daba esa división entre los seguidores del Cister, los cistercienses de la común observancia y los de la estricta observancia o trapenses, y esa falta de unidad hacía sufrir a más de un monje.
19          Se trata probablemente de la Madre Ana María de la Concepción, con la que Bernardo tenía especial amistad, ya que le ofreció desde un principio la ayuda de sus oraciones por la Causa del Sagrado Corazón. Ella era cisterciense del convento de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid. Así como había monjes cistercienses, existían también en España, ya desde mediados del siglo XII religiosas del Cister. El monasterio más famoso fue el de Santa María la Real de las Huelgas (Burgos), fundado por Alfonso VIII el de las Navas. Este monasterio fue como una especie de cabeza o madre de otros monasterios de menor importancia, como los de Perales, Cañas, Carrizo, San Andrés de Arroyo... Precisamente fue en el monasterio cisterciense de Perales donde nació en el siglo XVI la reforma llamada de las Recoletas. Entre los principales monasterios recoletos se encontraba el de Santa Ana y San Joaquín de Valladolid, donde residía la M. Ana María que –como vemos- hace un “trato” espiritual con Bernardo (yo me encargo de pedir por la Causa del Corazón de Jesús y tú de pedir por la unión de las dos ramas del Cister)
20          En efecto, si ha habido algún Santo enamorado de la Santa Humanidad de Jesucristo, ése ha sido San Bernardo. En una de sus obras escribiría: “El leer me fastidia si no leo allí el nombre de JESÚS. El hablar me disgusta si no se habla allí de JESÚS. JESÚS es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón. El nombre de Jesús no es sólo luz; es comida. ¿No te sientes fortalecido cuantas veces lo recuerdas? ¿Qué cosa hay que nutra tanto el espíritu del que lo medita? Pero es también medicina... Al decir JESÚS me figuro un hombre manso y humilde de corazón, bueno, sobrio, casto, misericordioso, adornado de todas las virtudes que forman la más sublime santidad. Y además me represento a un Dios omnipotente que me cura con sus ejemplos y me fortalece con su auxilio. Todo esto sugiere en mi espíritu la mera invocación del nombre de Jesús... Guárdalo con sumo cuidado en tu interior, tenlo siempre al alcance de tus manos, a fin de que todos tus afectos y todas tus acciones vayan dirigidas a Jesús”
21          En razón de esto se le conoce a San Bernardo con el nombre del Doctor melifluo.
22          Dios sabe sacar bienes de los males, y lo que en un momento puede parecer pernicioso, con la ayuda del Señor redunda en bien de su Iglesia y en una “gracia” lo que al principio se vivió como “desgracia”. La historia de la Iglesia está llena de casos parecidos. En eso consiste la Providencia divina, en que –sin forzar para nada la libre voluntad de los hombres- el Señor lleva a cabo su obra de salvación del género humano por caminos que parecen desconcertantes.
23          Ana María de la Encarnación.


Fuente: http://www.bernardo-francisco-de-hoyos.info/libro4c16.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario